martes, 8 de julio de 2008

Artículo análisis del Gran Premio de Inglaterra 2008


Bailando bajo la lluvia


Parrilla de salida de Silverstone. Tensión en el ambiente. Agua sobre el asfalto. Y un fotógrafo en el suelo empujado por un campeón mundial. No es la primera ni será la última vez (desgraciadamente) que un piloto arremete contra un profesional sólo porque la tensión le puede. La diferencia es que, antes, esos pilotos podían justificarse por su enorme valía.
Hoy, resbalan sobre el asalto como el hielo sobre la madera. En la clasificación de torpezas del Gran Premio de Silverstone 2008, los pilotos de Ferrari ganaron de forma arrolladora. Desgraciadamente para ambos, ni con todas sus fuerzas del mundo pudieron empujar a todos los periodistas gráficos para hacerles caer y evitar que todo el mundo contemplara su torpeza. Cuestión de sueldos y clases
Nadie duda de la valía de los veintipico hombres que se juegan la vida a trescientos por hora sobre el líquido elemento. Las peores condiciones para subirse a un monoplaza y ahí están dispuestos a desafiar a la fuerza centrífuga. Pero tampoco se espera menos de los supuestamente mejores pilotos del mundo y, sea dicho de paso, los deportistas mejor pagados no sólo del mundo, sino de la historia. Por eso, quizá, verles resbalar sobre el asfalto de Silverstone cual patitos mareados parecía tan cómico como patético. Porque quizá sí se espera de un debutante o de quien tiene poca experiencia. Pero Felipe Massa lleva seis años en la Fórmula 1, noventa y siete carreras, ocho victorias y doscientos cuarenta y nuevo puntos. Pese a todo, acabó último, doblado y humillado. Pero su compañero de equipo tampoco puede vanagloriarse de nada: ni él mismo puede creerse que acabara cuarto tras cometer una y otra vez los mismos errores durante toda la carrera. No es esta la actuación que se espera de un vigente campeón del mundo, aunque cayera la tormenta del siglo. Es posible que, de una vez por todas, en Ferrari deban replantearse qué pilotos han elegido para llevar sus monoplazas sobre la pista. Todo el trabajo de ingenieros, mecánicos y directivos se echa por tierra cada vez que estos pilotos comienzan a dar vueltas fuera del asfalto. El día de Hamilton
De lo que no hay duda es que la temporada actual es de lo más emocionante. En cada carrera, las posiciones de la parrilla casi nunca coinciden con los resultados finales. Mark Webber hizo lo que todo el mundo esperaba nada más apagarse el semáforo: el ridículo. Ahí acababa su prometedora carrera, un nuevo timo de un piloto mediocre que, conforme pasan los años, es incapaz de demostrar nada y, cuando lo hace, se empeña en enturbiar sus propios logros. Mejor lo hizo Kovalainen, por una vez, defendiéndose de los ataques de su compañero en los primeros compases de carrera. Su latigazo a la salida de Copse fue estremecedor. De haber perdido el control habríamos tenido un interesante baile de pilotos tratando de esquivarle. Sin embargo, todos sabían que poco le iba a durar a Hamilton, crecido ante su público. Fue increíble que el británico no hiciera una de sus clásica pifias que acabara con su carrera, aunque a punto estuvo de nuevo de hacer el ridículo cuando perdió el control de su monoplaza rodando en solitario y con un mundo de diferencia con respecto al segundo clasificado. Pudo esta vez recuperar el control del coche y seguir como si nada hubiera pasado, rodando igual o más rápido, marcando un hito en el automovilismo inglés que tardarán siglos en dejar de recordar. Esta vez sí, Hamilton demostró que puede ser bueno, aunque nunca responsable, en las condiciones más difíciles. Alonso, sigue siendo el rey (de la lluvia)
Tras el precoz abandono de Coulthard (que quiso que los comisarios se jugaran la vida por él tratando de reintegrarlo a la pista cuando estaba claro que ni con una grúa resultaría fácil), la carrera se convirtió en la más divertida en lo que llevamos de mundial, probablemente. No por las salidas de pista sino por las oportunidades que la lluvia ofrece en los adelantamientos. Magistral se mostraron las manos de Fernando Alonso, único piloto que no cometió un maldito error durante toda la infernal prueba: luchando con un coche claramente inferior al resto, logró mantenerse sobre la pista en todo momento, buscando trayectorias alternativas, trazadas imposibles y huecos mínimos. Logró así aguantar los ataques de todos los que le alcanzaban, hasta llegar a mantener auténticos duelos de infarto con pilotos de escuderías superiores, como BMW-Sauber o McLaren. Incluso adelantó a Räikkönen cuando éste protagonizó una de sus frecuentes y absurdas salidas de pista, aunque fue de nuevo superado por el de Maranello al poco tiempo. Una verdadera lástima que conducir un Ferrari no sea lo mismo que un Renault o un McLaren; otro gallo habría cantado. Felipe, Heikki, Kimi y Lewis, probablemente, no lograrían ni puntuar. El retorno del mago Barrichello
Y frente a esos pilotos incapaces de demostrar nada bajo la lluvia (siempre con la excepción de Hamilton, que esta vez se reencontró con su público), pudimos recordar esa magia que sólo algunos pilotos guardan celosamente y que queda patente de cuando en cuando. ¿Cómo no recordar aquel infernal Gran Premio de Alemania de 2000? Eso sí fue un auténtico tormento, una auténtica locura, un aguacero de salidas de pista y accidentes. El antiguo y verdaderamente desafiante trazado de Hockenheim (el de verdad, no el actual de juguete para niños) fue escenario de una de las carreras más increíbles jamás vistas, ganada por el entonces piloto rojo Rubens Barrichello. ¿Quién no creyó (o quiso) ver en aquella soberbia actuación el recuerdo de Magic Senna? Aquella remontada desde el decimoctavo lugar hasta lo más alto de las glorias del podio sigue siendo una de las últimas hazañas de la Fórmula 1 reciente. Las risas del brasileño aún montado en su monoplaza, dando la vuelta de honor, son una buena muestra de la descarga de tensión de haber tomado riesgos tan elevados como no cambiar los neumáticos para no perder el primer lugar.
El Silverstone, este año, le hemos vuelto a ver hacer algo parecido: navegó sobre la inundada pista hasta tocar de nuevo el podio. Si aquella vez remontó diecisiete puestos con un Ferrari, esta vez ha ascendido trece con un Honda. Magistral.
La próxima cita del mundial es Alemania, en el castrado circuito de Hockenheim. Una pista en la que la lluvia podría volver a hacer acto de presencia, para alegría de los aficionados, que gozan como nunca con el agua. Quizá a Kimi se le ocurra dar un puñetazo a un cámara, Massa insulte a un comisario o Hamilton estrelle un barco. Qué le vamos a hacer. Los pilotos de Fórmula 1 siempre han sido extravagantes. Esperemos que por lo menos sigan bailando bajo la lluvia.
Semáforo verde:
-Lewis Hamilton: Pese a cometer un error durante la carrera y otro en los entrenamientos, nadie puede quitarle el honor de haber ganado aplastantemente por primera vez en su propio país. Indiscutible.-Rubens Barrichello: ¡Qué divertido es volver a ver sus gestos en el podio! Grande, pese a todo (incluidos los años).-Fernando Alonso: No es patriotismo: este año está aprendiendo como nunca a luchar, pelear y dejarse el alma para lograr un mísero punto. Como en los tiempos de Minardi. Maravilloso.
Semáforo rojo:
-Felipe Massa y Kimi Räikkönen: Se les da bien ser bordes y empujar a la gente, pero deberían preguntarse si merecen los puestos que ostentan. Patéticos.-Heikki Kovalainen: Ha vuelto a demostrar que es el coche el que le empuja hasta lo más alto. -Mark Webber: ¿Acaso alguien esperaba algo mejor de él? Una decepción tras otra. -Robert Kubica: Esta vez la chafó con una salida de pista cuando lo tenía casi todo ganado. Una lástima, pero así también se aprende.

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