martes, 28 de julio de 2009

Gran Premio de Hungría


Desde hace dos semanas los aficionados al automovilismo nos estamos preguntando: ¿existe la casualidad? Todo depende, casi siempre, de qué entiende cada uno por casualidad. El diccionario de la Real Academia Española es claro y conciso: “Combinación de circunstancias que no se pueden evitar”. Ateniéndonos a esa descripción, debemos pensar que la mala suerte no existe. ¿O quizá se fabrica?

Ese extraño e irritante silencioHacía mucho tiempo que no vivíamos esos nervios extraños de saber que hay un piloto herido en la pista sin tener noticias directas y fiables de su estado de salud. Quienes vimos morir en directo a Ayrton Senna y también al eternamente olvidado Rolang Ratzemberger (las últimas muertes hasta hoy en Fórmula 1) podemos detectar cuándo algo va realmente mal. Otros accidentes importantes a lo largo de estos años nos han seguido poniendo los pelos de punta: Werlinger en Mónaco 1994, Häkkinen en Australia 1995, Schumacher en Silverstone 1999, Burti en Spa 2001… Sabemos que esto forma parte de la Fórmula 1; no podemos olvidarnos de que este es un deporte peligroso por naturaleza. Pero también nos estamos acostumbrando a que las medidas de seguridad nos brinden años sin desgracias mortales. Pero la muerte siempre es traidora y golpea cuando menos nos lo esperamos, traumatizándonos aunque falle.
El sábado se volvió a “escuchar” ese silencio espeso, denso, tremendamente irritante e intranquilizador… Ese silencio maldito, odioso, perturbador. El silencio de los motores acallados, de los monoplazas en los garajes, de los pilotos mirando los monitores, pendientes de un rival (pero también de un compañero) gravemente herido. El silencio maldito de la bandera roja. El silencio maldito de las ambulancias. De las sábanas blancas tapando a un herido. De las camillas. De los helicópteros sobrevolando el cielo tratando de saber qué pasa. El maldito silencio de la ausencia de información sobre la salud de alguien. Ese silencio, fantasma de malos recuerdos, que nos sigue visitando sin que le hayamos invitado.
Maldita ¿casualidad?Es posible que haya que recordar aquella dramática sesión de entrenamientos australiana de 1995, en el trazado urbano de Adelaida, para encontrar un accidente tan grave como el sufrido por Felipe Massa en Hungría. Entonces fue un fallo en un neumático del McLaren de Mika Häkkinen el que le escupió fuera de la pista, volando, y le estrelló frontalmente contra las protecciones de seguridad, dañando su cabeza e induciéndole en un preocupante estado de coma.
Pero lo de Massa fue más extraño: una pieza suelta del Brawn de Barrichello impactó, como un auténtico proyectil, contra la visera de su casco, la parte más vulnerable de esa protección craneal. ¿Cómo no recordar, sin ningún ánimo de crear morbo, el terrible accidente de Surtees en la F2? Justo cuando la Fórmula 1 hablaba sobre la seguridad de las cabezas de los pilotos, sobre si la F2 es más segura que la F1, sobre que “estas cosas pasan”, sobre que “el automovilismo es siempre peligroso”, sobre que “algo” suelto siempre es un peligro de muerte en la pista… ¿Casualidad?
Lo que es cierto es que el rápido tramo entre la tercera y la cuarta curva ya ha visto otros accidentes terribles. El amarillo Jordan de Ralph Firman se salió aquí a gran velocidad al romperse el alerón trasero de su monoplaza, estrellándose brutalmente contra las protecciones en 2003. En aquella ocasión el piloto salió ileso, pero las marcas de frenada del Ferrari este sábado no eran un buen síntoma: no eran continuas, sino intermitentes. La cámara subjetiva del bólido confirmó que Felipe, tras perder el conocimiento, apretó al mismo tiempo los frenos y el acelerador. No es que tratara de frenar, sino que había perdido la conciencia. Las alarmas se dispararon.
Árbitros y arbitrariedad Y así llegamos a la carrera, con la preocupación de un piloto en estado de coma inducido y todos los nervios de la muerte planeando bajo. La primera posición de Alonso en la parrilla (tras una esperpéntica tercera tanda sin cronómetros) auguraba no sólo buenas sensaciones en la recuperación de Renault (no iban a ganar la carrera, pero quizá sí quedar entre los cuatro primeros), sino que nos prometía una lucha interesante del español con Hamilton, cuyo McLaren ha confirmado al fin la resurrección que no se materializó en Nürburgring por un pinchazo.
Si nos atenemos al reglamento de la Fórmula 1, la penalización a Renault por el incidente de la rueda de Fernando Alonso es totalmente legítima. Pero existe un enorme porqué: ¿por qué se penaliza por una rueda suelta y no se hizo lo propio en el pasado con otros pilotos? ¿Es posible que este deporte sea el menos coherente en cuanto a regularidad y seriedad en su arbitraje de una temporada a otra? Sobre todo si estamos hablando de unos pilotos que no sólo se juegan una victoria, sino la vida. Porque habría que recordar el Gran Premio de Francia del pasado año: el Ferrari de Räikkönen llevaba una pieza suelta en su monoplaza; nada más y nada menos que un tubo de escape que, “pendiente de un hilo”, fue golpeando la carrocería durante buena parte de la carrera, ante las claras imágenes de la realización.
El equipo no hizo nada al respecto, no obligó a detener a su piloto y le permitió competir vueltas y vueltas ante el beneplácito de la FIA. Kimi había perdido la primera posición a favor de su compañero de equipo, Felipe Massa. Agria coincidencia: Felipe está hoy en coma por el impacto de un elemento suelto de otro monoplaza que rodaba por delante de él. Ahora sí importa; ¿antes no?
¿Por qué no hubo penalización entonces para Räikkönen? ¿Por qué se usan tan poco algunas banderas, como la naranja y negra que indica que un bólido tiene problemas que afectan a la seguridad del resto de pilotos y ha de solucionarlo rápidamente? El tubo de escape de Räikkönen permaneció en su sitio hasta la meta, pero viendo el estado de la carrocería del monoplaza no es de extrañar que hubiera causado una desgracia.
La FIA se excusó en su momento señalando que sabían que no se iba a desprender ese elemento. ¿Pero cómo se puede predecir que un tubo de escape roto va a aguantar vueltas y vueltas sin ceder? El muelle del Brawn se desprendió de forma fortuita (por eso no hubo penalización para ellos, lógicamente), pero el tubo de escape del Ferrari podría haberse soltado en cualquier momento. Estaba avisando y no le hicieron caso. ¿Una rueda suelta en un coche que se aparta y rueda lento para llegar a boxes es más peligroso? ¿Entonces por qué no penalizaron por exactamente lo mismo en el pasado…?
Neumáticos sueltos y sanciones oportunistas Una rueda dando tumbos por la pista. Un coche a tres ruedas. Un pelotón asustado. Peligro evidente en la pista. La situación no es nueva: nos remontamos una década al Gran Premio de Inglaterra de 1999. El campeón mundial Mika Häkkinen pilotaba para McLaren-Mercedes. Al llegar a la última curva de Silverstone, Mika ya era consciente de que algo raro estaba pasando en su monoplaza. Desde el equipo detectaron un fallo en su neumático trasero izquierdo, pero estaba muy cerca de boxes como para obligarle a detenerse fuera de la pista y abandonar.
Querían que llegara a boxes para cambiarle la rueda y seguir adelante. Pero justo a la entrada de los garajes, el neumático se desprendió a gran velocidad. A tanta que rebotó contra las protecciones de seguridad y regresó a pista botando y colocándose en plena trazada, justo antes de la recta de meta. A pesar del pánico del resto de los monoplazas, los volantazos y las derrapadas impidieron varios choques fatales por centímetros. Un arriesgado y valiente comisario tuvo que saltar y retirar a mano la rueda perdida. Häkkinen incluso pudo regresar a la pista, pero finalmente se retiró por daños en sus suspensiones. Esta vez no hubo penalización. ¿Por qué?
Parece que la FIA inicia una campaña de sanciones según la sensibilidad del deporte por hechos recientes. Tras la serie de accidente de 1994 les dio por cambiar circuitos, construir eses y destrozar curvas míticas (como Eau Rouge en Spa, que reconstruyeron después). Ahora, la obsesión es que los elementos sueltos de los monoplazas no se desprendan, y que si un piloto tiene alguna avería, se retire inmediatamente. Pero ¿habría habido penalización para Renault si los accidentes de Surtees y Massa no hubieran ocurrido? ¿Y si la rueda de Häkkinen hubiera chocado con alguien?
En cualquier caso, está claro que lo primero es la seguridad de los pilotos. Siempre hay que actuar pensando en ella. Lo peligroso es cuando la FIA se mueve según la sensibilidad reinante la semana anterior. Es así como se olvida el pasado, los errores cometidos y el reglamento se convierte en un arma arrojadiza que usar a placer desfigurando el deporte mismo. Es así como se crea confusión y la afición se enoja.
La pesadilla de Brawn Deportivamente hablando, la victoria de Hamilton confirma, como decíamos, la recuperación del equipo, y también del piloto, chafado por los pésimos resultados logrados esta temporada. El campeón del mundo ganó como sabe: sin cometer errores y evitando complicaciones. Constante, con buen ritmo y como los viejos tiempos. El quinto puesto de Kovalainen confirma esa recuperación. Todo lo contrario que los Brawn, que siguen su descenso paulatino iniciado varias carreras atrás. Button y Barrichello ya no ganan aplastantemente. Sólo Jenson logró puntuar, y sólo sumó dos míseros puntos que no le hacen dormir tranquilo soñando con un título mundial que se le escapa.
La caída de Brawn se ha producido más tarde de lo creído: tras la legalización de los difusores dobles, el equipo de Ross siguió ganando carreras. Pero es ahora, cuando el resto de equipos ha evolucionado hasta eclipsar la ventaja de dicho difusor, cuando se pone de manifiesto que es necesario una mejora continua, y que un “elemento mágico” no basta para ganar un mundial. Tienen tiempo de reaccionar, pues el mundial es largo y su ventaja grande, pero dormirse en los laureles les traerá complicaciones. Los Red Bull de Sebastian Vettel y Mark Webber están al acecho. El final del campeonato será emocionante.
Jaime, el príncipe en funciones Hace más de diez años que Pedro de la Rosa y Mac Gené tomaron la salida del Gran Premio de Australia de 1999. Dos pilotos españoles avivaron la adormecida afición a este deporte que por entonces machacaba las terribles retransmisiones de Televisión Española (los que ahora se quejan de las retransmisión de La Sexta deberían haber vivido aquella época sin previos, retransmisiones cortadas por otros deportes –fútbol sala, ciclismo, etc.- sin ventana en los anuncios, con interminables tráilers de su propia programación y un par de comentaristas que hacían un gran favor a la audiencia cuando se callaban). El tirón duró bien poco, a pesar de las conquistas y actuaciones de ambos en equipos pequeños, pero enganchó a algunos jóvenes a este deporte, y propició la entrada de Fernando Alonso a Minardi.
En Hungría han sido Jaime Algersuari y Fernando Alonso los dos pilotos españoles que han pisado el asfalto de la Fórmula 1. Uno partía primero. El otro, último. Los dos, auténticas esperanzas para el automovilismo actual. Lo que no se podía imaginar casi nadie es que fuera Alonso el que abandonaría la carrera por una error tan garrafal como una rueda suelta. Hablar del año 2006 es demasiado típico.
Lo que sí está claro es que eso de que Hungaroring es su circuito talismán es más que cuestionable viendo el palmarés de Alonso en esta pista. Este año no iba a cambiar a pesar del neumático: él mismo ha dicho que, sin esa rueda, tampoco lo habría tenido fácil por problemas en el sistema de repostaje. En cualquier caso, la dichosa rueda la ha costado la presencia en Valencia (si no prospera el recurso de Renault). Eso sí que es grave y dinamita la confianza y la paciencia del bicampeón del mundo en su jefe, Flavio Briatore.
De esta manera, Jaime se convertirá en el único representante español en el trazado urbano de Valencia. Sin comerlo ni beberlo tendrá que animar como pueda con su Toro Rosso a la afición española. Y si lo hace como en Hungría, constante, prudente y sin errores, estaremos satisfechos. El jovencísimo piloto de ojos claros quiere enamorar a los cazatalentos. Esta será una buena oportunidad, con Alonso fuera de combate. Nosotros lo veremos y se lo contaremos porque, pese a todo, nos gusta la Fórmula 1.

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